Opinión y análisis

El fin del mundo: la era de la gran transición a la multipolaridad

Aleksandr Duguin

Vivimos una época de gran transición. La era del mundo unipolar está llegando a su fin y la era de la multipolaridad está sobre nosotros. Los cambios en la arquitectura global del orden mundial son fundamentales. A veces los procesos se producen tan rápidamente que la opinión pública va a la zaga. Esto hace que sea aún más importante esforzarse por comprender los grandiosos acontecimientos que están sacudiendo a la humanidad.

Nadie (salvo los fanáticos) puede negar que Occidente, tras el colapso del sistema socialista y de la Unión Soviética, recibió una oportunidad única de convertirse en el único líder mundial, y que no ha cumplido esta misión. En lugar de una política mundial razonable, justa y equilibrada, Occidente se decantó por la hegemonía y el neocolonialismo, actuando en función de sus propios intereses egoístas y depredadores, aplicando un doble rasero, alimentando guerras y conflictos sangrientos, enfrentando a pueblos y religiones. Esto no es liderazgo, sino imperialismo agresivo, que perpetúa las peores tradiciones de este mismo Occidente: el principio de divide y vencerás, la colonización, esencialmente la esclavitud.

El colapso del liderazgo colectivo de Occidente se ve acompañado e intensificado por el rápido declive moral de la cultura occidental. Los valores promovidos a la fuerza y obstinadamente por Occidente (LGBT, migración incontrolada, legalización de todo tipo de perversiones, la cultura de la abolición o de la cancelación), purgas brutales y represión de todos los disidentes, la pérdida de los principios humanistas y el impulso hacia la dominación a través de la inteligencia artificial y el transhumanismo) han reducido aún más el prestigio de Occidente a los ojos de la humanidad global. Occidente ha dejado de ser el modelo universal, la autoridad suprema o el modelo a seguir.

Así pues, frente a la hegemonía unipolar, ha surgido un nuevo mundo multipolar. Es la respuesta de las grandes civilizaciones antiguas y originarias, de los Estados y pueblos soberanos, al desafío de la globalización.

A partir de ahora, podemos decir que la humanidad global ha comenzado a construir intensamente polos civilizacionales independientes. Entre ellos se encuentran Rusia, que ha despertado de su letargo, China, que ha realizado rápidas incursiones, el mundo islámico espiritualmente movilizado y la India, gigantesca en términos demográficos y de potencial económico. África y América Latina están en camino, avanzando con paso firme hacia la integración y la soberanía de sus grandes espacios.

Los representantes de todas estas civilizaciones están ahora unidos en el seno de los BRICS. Es aquí donde se están configurando los parámetros del nuevo mundo multipolar y se están desarrollando sus principios, valores tradicionales, reglas y normas. Y ello sobre la base de la verdadera justicia, el respeto a las posiciones de los demás, con auténticas proporciones democráticas y sin ningún intento de que uno de los polos reclame la hegemonía. Los BRICS son una alianza antihegemónica donde se concentran hoy los principales recursos de la humanidad: humanos, económicos, naturales, intelectuales, científicos y tecnológicos.

El mundo unipolar es cosa del pasado, el mundo multipolar es el futuro

Si Occidente renuncia a su hegemonía violenta y a su política de neocolonialismo, si reconoce la soberanía y la subjetividad de todas las civilizaciones humanas, si se niega a imponer por la fuerza sus reglas, normas y valores, claramente rechazados hoy por la mayoría de la humanidad, podría convertirse en un polo respetado y soberano, reconocido por todos los demás y existente en el marco de un diálogo amistoso e igualitario entre civilizaciones. Este es el objetivo de la construcción de un mundo multipolar: establecer un modelo armonioso para la existencia amistosa y equilibrada de todas las civilizaciones de la Tierra, sin establecer jerarquías ni reconocer la hegemonía de ninguna de ellas.

La mayoría de las civilizaciones -rusa, china, india, islámica, africana y latinoamericana- se vuelven hoy unánimemente hacia los valores tradicionales, hacia lo sagrado, hacia el contenido espiritual de sus culturas y sociedades. Es imposible progresar sin apoyarse en una identidad arraigada; lo contrario conducirá a la degeneración y a la degradación del hombre mismo. Aunque los valores tradicionales difieran de una nación a otra, siempre tienen algo en común: la santidad, la fe, la familia, el poder, el patriotismo, la voluntad de bien y de verdad, el respeto del ser humano, de su libertad y de su dignidad.

El mundo multipolar se basa en valores tradicionales reconocidos y protegidos en todas las civilizaciones

La idea principal de la multipolaridad es la paz y la armonía. Pero está claro que cualquier cambio en el orden mundial -especialmente un cambio tan importante- se topa invariablemente con la feroz resistencia de la vieja estructura. La marea descendente del mundo unipolar impide la marea ascendente del mundo multipolar. Esto explica la mayoría de los conflictos actuales: en Ucrania, Palestina y Oriente Próximo, la escalada de tensiones en el Pacífico en torno a China, las guerras comerciales, las políticas de sanciones y el rencor y el odio del hegemón en declive hacia todos aquellos que lo desafían.

Pero el globalismo unipolar no tiene ninguna posibilidad de imponerse y mantener su «liderazgo» totalmente desacreditado si los defensores de la multipolaridad (y hablamos de la humanidad en su conjunto e incluso en Occidente, donde el porcentaje de personas de mentalidad sobria y conciencia independiente que no sucumben a la propaganda sigue siendo muy elevado) se mantienen unidos, comprenden claramente los contornos del nuevo mundo y se apoyan mutuamente en la lucha común por un sistema justo y verdaderamente democrático.

Esto es lo esencial hoy en día: comprender los contornos del nuevo orden mundial multipolar y policéntrico, establecer los principios de amistad, respeto y confianza entre civilizaciones, luchar unánimemente por la paz y la armonía, reforzar nuestros valores tradicionales y respetar los valores tradicionales de los demás.

Si todos trabajamos juntos para oponer la voluntad universal de paz a los instigadores globalistas de guerras y conflictos sangrientos, a los patrocinadores de revoluciones de colores y a la decadencia de la moral pública, venceremos sin que se dispare un solo tiro. El Occidente colectivo (a pesar de su potencial aún considerable) no podrá hacer frente en solitario a la unidad de la humanidad.

Este año, en 2024, Rusia presidirá el grupo BRICS. Se trata de un acto profundamente simbólico. Queda mucho por hacer en este sentido: admitir nuevos miembros, desarrollar y poner en marcha nuevos mecanismos económicos, hacer funcionar las instituciones financieras (en primer lugar, el banco de los BRICS), promover la seguridad y la resolución de conflictos, intensificar los intercambios culturales entre civilizaciones. Sobre todo, todos necesitaremos no sólo comprender, sino también desarrollar, crear y establecer una filosofía de la multipolaridad, aprender a vivir con nuestras propias mentes y emprender una profunda descolonización de la conciencia, la cultura, la ciencia y la educación. Durante los periodos de su dominación colonial, Occidente consiguió inculcar en muchas sociedades no occidentales la falsa idea de que el pensamiento, la ciencia, la tecnología y los sistemas económicos y políticos sólo son realmente eficaces en Occidente, y que todos los demás sólo pueden aspirar a un «desarrollo de recuperación», totalmente dependiente de Occidente. Es hora de acabar con esta mentalidad de esclavos. Somos humanidad, representantes de diferentes culturas y tradiciones ancestrales, en modo alguno inferiores a Occidente, y en muchos aspectos superiores a él.

Estas son las conclusiones de nuestro foro sobre la multipolaridad. A pesar de todas nuestras diferencias, todos estamos de acuerdo en el punto esencial: estamos entrando en una nueva era, y lo que será esa era depende de nosotros y de nadie más.

¡Juntos crearemos el futuro!

Una nueva época de construcción

Hoy estamos presenciando la convergencia de varios planos de la realidad que hasta hace poco estaban separados los unos de los otros:

  1. En primer lugar, la religión, la teología y, sobre todo, la escatología – que habían sido marginalizadas desde hacía mucho tiempo – han comenzado a penetrar la vida cotidiana.
  2. Además, en el ámbito geopolítico han empezado a convivir modos de orden mundial fundamentalmente incompatibles entre sí.
  3. Las ideologías políticas se han invertido y han comenzado a crear híbridos extraños, como, por ejemplo, el nazi-liberalismo.
  4. Se están produciendo procesos filosóficos donde la extrema decadencia actual contrasta con la llegada de intuiciones absolutas.
  5. El congelamiento y deshielo a velocidades siderales de múltiples culturas que se funden en una inmutabilidad absoluta.

Todos estos estratos se entrecruzan de forma exótica y excéntrica formando nudos semánticos cuyas dimensiones son innumerables. Todo este proceso ha colapsado en una guerra y una bacanal tecnológica nunca antes vista, especialmente si tenemos en cuenta que la guerra en sí misma es una forma de metafísica que requiere de una reflexión tan profunda como la tecnología (que es, por cierto, otra forma de metafísica). Todo lo anterior es extremadamente intenso y para nada superficial o lineal, tambaleándonos en medio de las complejas líneas del caos. Los métodos normales se quedan cortos a la hora de desentrañar semejante maraña semántica, sin hablar de que todas las convenciones actuales han sido sometidas a una fuerte sospecha. Todos los intentos de construir un nuevo modelo tropiezan con fragmentos de pensamientos o falacias del pasado, como sucede cuando cuestionamos la ingenua (o completamente falsa) teoría del progreso, la cual sostenía que el futuro sería más brillante que todo lo que había existido antes. Si al principio se produjo una desviación, entonces al final solo encontraremos a un monstruo. Sin embargo, ¿cómo pudimos equivocarnos tanto? Todo comenzó en la Época de los Descubrimientos, cuando Europa Occidental cometió el grave error de trasgredir sus propios cimientos y traspasó las fronteras prohibidas de las Columnas de Hércules. Fue un error fatal que revivió al viejo continente de la Atlántida. La única explicación lo suficientemente generalizable que nos permitiría comprender la totalidad de lo que ha pasado es que hace quinientos años Europa Occidental comenzó un descenso sistemático hacia la locura. Enloqueció por completo, después de pequeños episodios de psicosis que finalmente se convirtieron en una realidad cotidiana. Esta locura tiene cinco puntos principales:

  1. La imagen científica del mundo basada en patologías como el ateísmo, el materialismo, el nominalismo y la ideología protestante que desde el momento en que comenzaron a predominar en el mundo occidental se cayó bajo el control del Anticristo y el nacimiento de la Modernidad se convirtió en su destino.
  2. El nacimiento del falso Imperio Británico como una forma de atlantismo hipertrofiado. Los anglosajones decidieron convertirse en el Leviatán bíblico, papel que primero cumplieron los ingleses hasta que en el siglo XX pasaron su misión a los Estados Unidos. Por supuesto, Inglaterra sigue siendo la Civilización del Mar por excelencia.
  3. El patológico orden capitalista se encargo de demoler los cimientos de la Edad Media y de la ideología trifuncional indoeuropea, desprestigiando y ridiculizando el catolicismo y la idea de Imperio. Posteriormente, este orden capitalista moderno comenzó a dividirse en diferentes corrientes, primero el liberalismo (la principal forma de degeneración mental hasta la fecha), el socialismo (una versión trastocada del liberalismo que comparte varias de sus actitudes básicas) y, finalmente, el nacionalismo. Cualquier movimiento ideológico al interior del capitalismo esta condenado a la absorción y el colapso. El capitalismo es una ideología totalitaria y, como lo ha demostrado Deleuze, conduce a la esquizofrenia.
  4. En los Nuevos Tiempos la filosofía se dividió (sin previo aviso) en una forma de pensamiento marginalizada que continuaba las tradiciones clásicas y otra corriente perversa o destructiva que era solidaria con el materialismo extremista de la ciencia. Este proceso creo una confusión sistemática y un cambio semántico interpretativo que causó que el pensamiento luchará contra sí mismo rompiendo muchas veces su propio marco. Lamentablemente, ya nadie sabía por dónde se podía avanzar o por dónde comenzaba la agonía, pues todo parecía desembocar en su contrario.
  5. Finalmente, se produjo el paso de la cultura a la civilización (según Spengler), es decir, un enfriamiento excesivo dentro del cual penetraba de vez en cuando un genio como una especie de rayo brillante. Sin embargo, la cultura, en su conjunto, se deslizaba hacia el infierno.

Actualmente Rusia se encuentra en guerra con todo esto, sin haber querido, entendido, preparado o calculado el alcance de sus acciones. Una mano invisible ha llevado a nuestro país hacia este destino y, ahora, contra todo pronóstico, tendremos que – institucionalmente – darle respuesta a todos estos desafíos de la civilización del Anticristo. Eso incluye el desafío tecnológico, pues todos los dispositivos electrónicos que Occidente ha repartido a la humanidad han resultado ser uno de sus trucos: a través de ellos alguien desconocido recopila información sobre todos nosotros con tal de gobernarnos. El hombre hoy oculta sus pecados, ese sin duda es el propósito del Gran hermano: nos registra y nos deja entrar cuando sea necesario. La tecno-dependencia es la herramienta más perfecta creada por el diablo y la civilización. Cuando nos alegramos por la digitalización estamos ayudando al diablo a gobernar, pero ¿qué son los océanos del pecado sino un campo de locura? La serpiente esta a punto de morderse la cola y solo los desesperados intentos de la Operación Militar especial se interponen en su camino. ¿Cómo interpretaremos todo esto?

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